Apología del K*ñ*, Una celebración de poder y libertad

El botón rojo centra su atención en un coño sin identidad visible, convirtiéndose en un espacio de anonimato y universalidad. Aquí, el coño no pertenece a ninguna mujer en particular; es un símbolo de poder, de placer, pero también de vulnerabilidad y misterio. La ausencia de una cara invita a una reflexión sobre la despersonalización y la objetificación del cuerpo femenino, cuestionando quién tiene derecho a definir y poseer esta parte tan íntima de la anatomía femenina.

El origen del mundo es una pieza cargada de intimidad y fuerza, donde la figura materna se presenta sin idealización, mostrando arrugas y gestos que son testimonio de vida y experiencia. La pose desafiante y el cigarrillo subrayan una rebelión contra las convenciones, sugiriendo que la maternidad y la feminidad pueden ser poderosas, transgresoras e independientes.

Ambas piezas utilizan una composición a base de triángulos y formas geométricas que sugieren una interconexión entre lo sagrado y lo mundano, lo femenino y lo universal. Los triángulos invertidos y hacia arriba aluden a símbolos ancestrales de lo femenino y lo masculino, fusionándose en una danza visual que cuestiona los binarismos tradicionales.

Homenaje a Courbet es una videoinstalación formada por una TV y un tubo cobrizo de veinte centímetros de diámetro, dispuesto de pie sobre un promontorio de abono y rematado por un codo de cuarenta y cinco grados. El vídeo que se reproduce en la TV es un plano fijo de una vagina —a imagen y semejanza del cuadro L´origine du monde (1866) de Gustave Courbet—, y sobre el monte de venus de la modelo cae abono que es disipado por su mano. La pantalla y el tubo, separados entre sí por unos seis metros, están conectados por un largo cable. El tubo alberga en su interior un altavoz que reproduce un ruido grave que parece proceder de algún rincón bajo tierra. El espectador, que puede acercarse a la boca del tubo —se encuentra a la altura del oído— y escuchar el ruido que emite, en ningún caso, puede visualizar el vídeo y escuchar el sonido de forma simultánea, pues ambos están enfrentados.

Persigo esa dualidad que, a priori, parece enfrentada. Poner a dialogar objetos o materiales que están en las antípodas: lo electrónico, lo tecnológico junto a lo orgánico. Como escribió Alain Badiou, el contraste, el decalaje, el disparate, la falla, lo que no está en su lugar, es el punto nodal, la balanza sensible de la inteligibilidad dialéctica.

Mi coño de granja y Aracnofobia son una representación surrealista del trauma tras sufrir una violación. Una vulva llena de dientes afilados y amenazantes dispuestos de manera irregular evocan el peligro y la intimidación, y sugieren una defensa feroz, una barrera que ha sido erigida como resultado del trauma, reflejando la lucha interna entre la vulnerabilidad y la necesidad de protección. La vulva dentada parece viva, casi como una trampa preparada para morder y protegerse de cualquier acercamiento, simbolizando el miedo y la repulsión hacia la intimidad que puede desarrollarse después de la agresión.

En Aracnofobia varias arañas de color negro contrastan con el color pálido carmesí del cuerpo. Algunas están saliendo de la vulva, mientras que otras parecen estar tejiendo redes dentro de ella, lo que simboliza cómo el miedo y el trauma han invadido el cuerpo y la mente de la víctima, enredándola en una red de terror y ansiedad. Estas telarañas podrían también representar la complejidad y la persistencia del miedo, que como una red, es difícil de romper y está siempre presente.

Amistad y lo que surja es una obra cargada de simbolismo que representa la intimidad y compenetración no sexual de dos amigas hablando sobre candidiasis, ITS, consoladores y otras cosas que pasan por vivir. En una fecha y un lugar concreto.

Apología del onanismo es un homenaje a la exploración sexual personal, específicamente a la masturbación. Se rinde tributo a uno de los mayores inventos en la revolución del autoplacer: el Satisfyer.

La obra transmite la idea de que no se necesita nada más que el conocimiento de cómo tratarse a una misma, lo que se refleja en la representación de los “pinchos” como una forma de protección del exterior.

Los materiales utilizados están íntimamente relacionados con la textura de una vulva. Todo esto enmarcado dentro de un contexto de movimiento y luz, que lleva la masturbación como un objetivo necesario y valioso en la vida.

Mi trabajo aborda la compleja relación entre la sensualidad, la identidad y la percepción del cuerpo femenino, desafiando convenciones sociales y provocando debates sobre los límites entre el arte y la sexualidad.

El desnudo femenino ha sido un tema central en el arte desde la antigüedad, simbolizando desde la pureza y la belleza idealizada hasta el poder y la vulnerabilidad. Cuando estas figuras se representan en posturas eróticas o con elementos como corsés de cuero, la narrativa se torna más subversiva, interrogando las dinámicas de poder, el deseo y la objetificación.

El corsé, en particular, es un símbolo potente. Tradicionalmente asociado con la opresión y la conformidad a los estándares de belleza, también ha sido reinterpretado como un emblema de empoderamiento y autonomía. En el arte contemporáneo, el corsé de cuero, a menudo vinculado con la estética BDSM, desafía la dicotomía entre dominación y sumisión, invitando al espectador a reconsiderar las connotaciones de control y liberación.

Estas obras no solo exploran la sensualidad, sino también los límites del cuerpo como territorio de expresión y resistencia. A través de ellas, el artista invita a una reflexión profunda sobre la naturaleza del deseo, las normas sociales y la individualidad en la búsqueda de identidad y libertad personal.

Como artista me enfoco, principalmente, en lograr que quienes se acerquen a mi trabajo se sensibilicen y dejen de ser indiferentes ante la exigencia del mundo actual de asumir la diversidad sexual con respeto y de aceptar que todos somos iguales, por eso afirmo que “la igualdad es mi militancia”.

Mi trabajo registra conflictos sociales, personales y temas entorno a la comunidad LGTBIQ+ , trato de resaltar las cualidades que son difíciles de ver a simple vista. Me gusta que el espectador se refleje en su vulnerabilidad.

Las obras de Ari desafían los límites del arte convencional, situándose en un terreno donde el kitsch se convierte en una poderosa herramienta de provocación. Las esculturas, representaciones audaces de vaginas adornadas con purpurina, o esculpidas y envueltas en una especie de flor carnal, relucen con una vibrante mezcla de colores y texturas que, lejos de caer en lo banal, reivindican el cuerpo femenino en su máxima expresión.

El uso de la purpurina, un material comúnmente asociado con lo superficial y lo decorativo, aquí adquiere una connotación de empoderamiento. Estas vaginas brillantes y exageradamente decoradas son una celebración del coño en su más pura esencia. No se esconden ni se suavizan para encajar en los estándares de lo «aceptable»; al contrario, se presentan con una fuerza irrefrenable que desafía la mirada del espectador.

La serie de vaginas carnales esculpidas no se limitan a la suavidad floral; desde los bordes de los pétalos, gotas de sangre brotan, impregnando la obra de una intensidad visceral. Esta fusión de belleza y crudeza explora la complejidad del cuerpo femenino, entrelazando la fragilidad con la fuerza.

El coño, en este contexto, se transforma en un símbolo de resistencia y poder. Es un grito visual contra la cosificación del cuerpo femenino, una declaración de autonomía y control sobre la propia sexualidad.

La exageración del estilo kitsch refuerza esta postura, subvirtiendo lo que podría percibirse como vulgar o excesivo, y transformándolo en un acto de afirmación feminista.

Brilla por nosotras creadoras es una pieza que representa a la Virgen Creadora, una figura que fusiona la maternidad y la divinidad. Honra a la mujer y a la fuerza creadora que reside en cada ser.

Ola de calor. Toda musa sabe que cuando el verano aprieta, es muy importante mantenerse fresca y cerca del mejor aliado.

Marina es una enamorada de la estética kitsch y de las figuritas de segunda mano, empieza su carrera artística hace 7 años como hackeadora de pongos, restauradora de piezas y transformadora de objetos que recupera de tiendas de antigüedades. Es minimalistamente-barroca, un poco kitsch y le encantan los retos creativos para entrenar sus rubias neuronas.

Máscaras de lo eterno es una serie de esculturas realizadas mediante moldes sobre personas que captan un instante temporal y un fragmento corporal que nos muestra la epidermis de los cuerpos como superficie que envuelve toda nuestra extensión vital.

En una sociedad en la que permanentemente estamos expuestos y nos autoimponemos una imagen adecuada a normas sociales, existe una realidad más profunda que pertenece a la naturaleza, que nos liga a la tierra conectando con lo originario y primitivo de donde surge todo: lo mineral, lo tectónico y geológico, los
océanos y mares, el origen de la vida en nuestro planeta, de donde procedemos y a donde retornamos.